“Vivamos la milicia del cristianismo con buen humor

de guerrillero, no con hosquedad de guarnición sitiada”.

Nicolás Gómez Dávila

“Estoy inaugurando en la Argentina la literatura anticlericalosa. En todos los países católicos existe y aquí es una vergüenza. Los eclesiásticos, como toda sociedad humana, tienen sus defectos, abusos y ridiculeces y si no existe un contraveneno, el córrigo-ridendo-mores, campan con todos sus respetos, como una murga cualquiera”.

Padre Leonardo Castellani


lunes, 25 de agosto de 2014

Super-Tradis





Acerca de Super Tradis nucleados en torno a Radios, Foros, Pericones y demás yerbas, publicamos este excelente artículo del blog El Brigante sobre un tema muy de estos días y cuyo peligro nos acecha a todos.

Internet, la crisis de inteligencia y el mal de la Iglesia




Llamemos efecto capillita al fenómeno por el cual un reducido grupo –aun mínimo: dos o tres personas–, convenientemente aisladas de su entorno, tienden a distorsionar su percepción de la realidad en función de un discurso compartido entre ellos, que les genera sensación de pertenencia y de seguridad. Nuestra naturaleza caída tiene esa propensión: la de elevar fácilmente a la universalidad nuestros pensamientos y hasta nuestras opiniones.

Antes de internet, para lograr este efecto era necesario al menos un lugar físico que determinara un espacio de pensamiento homogéneo: por ejemplo, los “locales parroquiales” o “la sede” de un partido. Aquellos espacios homogéneos permitían que discursos marginales, tendentes muchas veces a la irracionalidad de un visionario, establecieran vínculos fortísimos entre un pequeño grupo, completamente indiferente al terrible hecho de que esos discursos carecían de inteligibilidad fuera de esos “contextos” especializados.

Internet ha logrado que esos discursos irracionales, carentes de verdadera capacidad de explicación de la realidad, no necesiten ya de esos cubículos en los que un pequeño grupo se retroalimenta al margen de la realidad, puesto que ha convertido la pantalla del ordenador en una de esas guaridas que permiten enchufarse –desde el trabajo, en la intimidad del hogar, durante un viaje– a esa comunidad marginal. El efecto de “homogeneidad” del pensamiento se ve multiplicado, generando así el espejismo de la seguridad en el propio discurso y si el resto del planeta no lo comprende, “peor para la realidad”.

Es decir, cuando más falta nos hace a los católicos tener un discurso contundente, dogmático, razonable y veraz, capaz de dar razón de los verdaderos desafíos del mundo, las cavernas de internet multiplican el efecto capillita: es decir, proporcionan la tranquilidad, la seguridad de no cuestionar un discurso de consumo interno. Nada tiene que ver esto con lo grande o pequeño que sea el auditorio de esas cavernas internéticas, pues el déficit racional de los católicos tiene hoy dimensiones de pandemia. Una capillita no es tal por lo exiguo del número de sus miembros, sino por lo acrítico del discurso y por los modos de transmisión homogeneizadotes y voluntaristas.

Mi viejo amigo Alfonso se queja de que los blogs son como sacristías que paralizan la acción de los católicos. Le respondo que debemos ser más perspicaces todavía: blogs, foros, páginas webs son mayoritariamente capillitas en las que se hace un discurso circular y poco racional; un discurso tranquilizador y maniqueo; un discurso que sistemáticamente pasa por encima de los verdaderos problemas que asolan a los católicos. Como diría el pérfido Maritain –antes de perder la fe–: hay modos de usar la razón que son ateos en sí mismos, aunque se pongan al servicio de las fórmulas de fe. Sobrevolar esos vicios de la razón y otros análogos de la voluntad, a condición de que no se cuestionen algunos –algunos, nótese– puntos de la fe y algunas estrategias clericales es la forma de actuar de los peores enemigos internos de la Iglesia.

No todos los blogs, Alfonso, no todos.


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